No solo me quedé sin refri… también sin dinero y sin amiga

10 de abril 2025
por Monse López

Todo empezó un martes, de esos que ya pintan raro desde que abres el ojo. El refrigerador hizo un sonido extraño. Luego, silencio, un silencio sospechoso, le di golpecitos, lo desconecté y lo volví a conectar ¡nada!
El refri había muerto, con todo y yogur griego adentro.
Y como buen adulto funcional (según yo), pensé: “No pasa nada, lo compro a meses sin intereses.”
Spoiler: mi tarjeta estaba hasta el tope. Y mi fondo para emergencias, bueno, no existía.
Así que hice lo que cualquier persona haría: le pedí dinero prestado a mi mejor amiga.
Y aquí es donde la cosa se pone incómoda.
Ella me ayudó, pero lo hizo con cara de: “¿Otra vez? ¿Neta?” y la neta, tenía razón. No era la primera vez ya me había prestado para el gas, para una suscripción, para el dichoso “último concierto del año”. Yo siempre decía que en la siguiente quincena le pagaba y sí le pagaba. Pero entre la pena, el desorden y mis “gastos hormiga XXL”, la amistad se empezó a deteriorar.
Igual que el refri. Solo que este sí colapsó de verdad.
Ese día, mientras veía mis verduritas echarse a perder, me di cuenta de algo más profundo: no sabía manejar mi dinero y nunca nadie me había enseñado cómo.
¿Te suena familiar? No eres el único.
A muchos nos enseñaron a trabajar, pero no a gestionar lo que ganamos. Sabemos usar tarjetas, pero no entendemos cómo funcionan los intereses.
Creemos que el ahorro es para “cuando se pueda”, y a veces gastamos para sentirnos mejor, aunque eso nos deje endeudados o peor, te puede costar relaciones, oportunidades, e incluso tu tranquilidad.
Lo que nunca nos contaron, pero necesitamos saber
La educación financiera no se trata de ser expertos en inversiones. Se trata de poder tomar decisiones informadas sobre el dinero sin miedo, sin vergüenza y sin estrés.
Y eso implica:

Saber cuánto ganas y gastas









Saber en qué se te va el dinero (spoiler: muchas veces ni sabes)









Tener un fondo para emergencias (como cuando tu refri te traiciona)









Saber usar, no abusar del crédito









Invertir aunque sea poco.









No depender del próximo depósito para sobrevivir









Poder decirle que no a una compra sin culpa









Y entender que el dinero no es malo, ni bueno, solo necesita dirección
Así empecé a arreglar el desastre (sin perder más amigos)


Hice un presupuesto sencillo: con papel y pluma, sin apps ni ciencia al inicio.


Corté gastos innecesarios: adiós apps que ni usaba, hola lonche casero.


Abrí una cuenta solo para ahorrar: cada quincena separaba $200, a veces más


Aprendí lo básico de inversión: CETES y fondos, cero miedo.


Me eduqué: leí blogs como éste, vi TikToks, escuché podcasts. 10 minutos al día que cambiaron mi cabeza.
No me volví experto, pero recuperé el control, porque la educación financiera no se trata de ser perfecto, sino de estar mejor preparado.
¿Por dónde puedes empezar tú?
- Haz un presupuesto realista: no se trata de restringirte, sino de tú decidir cómo usar tu dinero.
- Usa una app o libreta para anotar tus gastos: verlo en papel cambia tu forma de pensar.
- Ahorra con nombre y apellido: no es lo mismo “ahorrar” que “ahorrar para el viaje” o “para comprar un coche”.
- Evita pagar mínimos: en tarjetas de crédito, el mínimo es una trampa.
- Edúcate un poco cada semana: una cuenta de TikTok, un podcast, un blog (¡como éste!). Lo importante es avanzar.


En resumen:
No necesitas ganar más para estar bien. Necesitas saber cómo usar lo que ya tienes.
La educación financiera no es un lujo, es una herramienta de libertad.
no tienes que ser experto o experta. Solo empezar, y si estás leyendo esto, ya diste un primer paso.